El antimileísmo se consolida y abre espacio a una tercera vía federal

Un informe de la consultora Zuban Córdoba reveló un dato político de alto voltaje: el 53,6% del electorado argentino ya se identifica con el antimileísmo, un bloque emocional y político en expansión que rebasa la mera desaprobación de gestión. El crecimiento de esta identidad es sostenido: en enero era del 46,5% y en mayo alcanzaba el 48,6%. Ahora, con más de medio mandato recorrido, el presidente Javier Milei enfrenta no solo un desgaste, sino un rechazo que empieza a estructurarse como contracara ideológica.

La encuesta nacional, realizada entre el 15 y el 18 de julio, sobre una muestra de 1300 casos, muestra además que la desaprobación de la gestión libertaria alcanza el 56,8%, mientras que la imagen negativa del jefe de Estado se ubica en el 55,3%. Su vicepresidenta, Victoria Villarruel, ostenta una marca aún más alta de rechazo: 57,5%. Pero lo más significativo es el motivo del malestar: no solo el ajuste económico, sino la forma en que se ejecuta. El 25,5% de quienes castigarían al gobierno en las urnas lo haría por la “destrucción del Estado”, y un 15,4% por considerar que Milei encarna un gobierno “cruel”.

Este escenario de polarización creciente no está siendo aprovechado por el kirchnerismo, que se mantiene estancado en una adhesión del 34,3%, frente a un antikirchnerismo estable del 45,2%. Aunque la identidad K se recuperó levemente desde el piso de enero, todavía arrastra el desgaste de un ciclo político percibido como terminado.

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En ese vacío surge la posibilidad de una tercera vía con acento federal, representada por gobernadores “dialoguistas” enfrentados al Ejecutivo nacional por fondos, obras y autonomía política. Según el informe, existe terreno fértil para una alternativa que no repita errores fiscales del pasado, pero que tampoco dinamite al Estado. Una narrativa centrada en la producción, el empleo y el desarrollo territorial podría capturar el voto desencantado sin caer en extremos.

Esa tercera vía necesitaría, sin embargo, articular una propuesta coherente, con liderazgo claro y un programa centrado en valores democráticos, económicos y sociales. El 52,8% de los encuestados dijo que votaría para castigar a Milei en las próximas legislativas. Incluso un 28,4% de quienes lo eligieron en primera vuelta anticipan un voto castigo. Y entre quienes votaron por Schiaretti —potencial cantera de este nuevo espacio— el rechazo alcanza el 93,6%.

Mientras tanto, Milei sigue contando con un núcleo duro: el 28,1% se identifica con el mileísmo, una minoría intensa pero insuficiente para sostener una hegemonía. Su capital simbólico —el de representar el cambio— se desvanece: solo el 37,8% cree que sigue encarnando esa idea, mientras que el 55,4% ya lo considera “un riesgo para la sociedad”.

La encuesta también advierte sobre una posible crisis de representación: aunque el 68% cree que su voto tiene impacto, más del 21% evalúa no concurrir a las urnas en 2025. Un dato que pone en alerta sobre la posibilidad de una apatía creciente.

El escenario, en definitiva, está abierto. El gobierno enfrenta un rechazo creciente; la oposición tradicional no levanta; y los sectores federales moderados tienen una oportunidad inédita. La historia argentina reciente demuestra que los espacios intermedios, si logran narrativa y estructura, pueden crecer. La pregunta es si habrá voluntad, audacia y visión para hacerlo.