
Las importaciones de indumentaria crecieron un 136% en lo que va del año y las pymes alertan por cierres, despidos y pérdida de competitividad.

Redacción EL ARGENTINO
La desregulación comercial impulsada por el Gobierno nacional encendió las alarmas en el sector textil argentino. En lo que va de 2025, el 70% del consumo de ropa ya se abastece con productos importados, mientras la industria nacional se desploma: caídas de hasta 26% en la producción, más de 5.000 despidos, 10.000 suspensiones y una parálisis creciente de las pymes.
Según datos de la Federación Económica de la Provincia de Buenos Aires (FEBA), entre enero y mayo las compras de ropa en el exterior crecieron un 136%, alcanzando un récord histórico de USD 1.572 millones. A eso se suman las importaciones textiles, que aumentaron un 93%, muchas veces con precios de dumping: el valor promedio por kilo ingresado fue de apenas USD 5,67.
“La apertura indiscriminada y la apreciación cambiaria están destruyendo nuestra capacidad de competir”, advirtió Camilo Kahale, presidente de FEBA. El sector, que emplea a más de 530.000 personas –el 69% mujeres– y nuclea 24.000 empresas en 17 provincias, atraviesa su peor crisis en años. En Buenos Aires, especialmente en el conurbano, ya se registran cierres de fábricas y más del 40% de la maquinaria industrial está paralizada.
El derrumbe es generalizado: la producción de hilados cayó un 14% y la de tejidos un 26%, mientras las importaciones "hormiga" –como las realizadas por plataformas como Shein o Temu– ganan terreno. Solo en mayo ingresaron por esa vía más de 50 millones de dólares, y se proyecta un nuevo récord en julio.
Desde FEBA reclaman medidas urgentes al Gobierno nacional: revisión del esquema de apertura comercial, recuperación de aranceles estratégicos, compensación cambiaria mediante beneficios fiscales, subsidios a la producción, financiamiento a tasas bajas, y campañas para incentivar el consumo de productos nacionales. También piden un plan de protección del trabajo industrial en articulación con municipios y cámaras sectoriales.
“La industria textil sostiene buena parte de la economía real. Si no se actúa ya, decenas de fábricas pueden cerrar y miles de empleos desaparecer. El daño sería estructural”, concluyó Kahale.
La situación deja en evidencia un dilema central del modelo económico actual: hasta dónde flexibilizar el comercio sin poner en riesgo la matriz productiva nacional. En la textil, la advertencia ya es urgente.
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