
Como cada 7 de agosto, Gualeguaychú honró a San Cayetano. El recorrido comenzó en la capilla ubicada en el corazón del barrio Yapeyú, pasó por el barrio Cover y finalizó en el mismo punto de partida, acompañado por fieles que caminaron para pedir o agradecer.

Por Luciano Peralta
San Cayetano, canonizado en 1671, es venerado como patrono del pan y el trabajo. Su figura convoca cada año a miles de personas en todo el país, especialmente en tiempos marcados por la crisis. Nacido en Vicenza, Italia, en 1480, Cayetano de Thiene fue abogado, sacerdote y fundador de la Orden de Clérigos Regulares, dedicando su vida a servir a los pobres y enfermos.
En diálogo con EL ARGENTINO, el párroco Jorge Almeida reflexionó sobre el rol actual de la Iglesia y el profundo mensaje que deja la figura de San Cayetano, especialmente en los sectores más vulnerables: “Esta pequeña comunidad está ubicada en el corazón del barrio Yapeyú, una zona muy humilde, atravesada por la inseguridad y el flagelo de las drogas. Por eso el mensaje de San Cayetano, de paz, pan y trabajo, es más necesario que nunca”.
Almeida, quien asumió como párroco de la iglesia Cristo Rey —de la que depende la capilla de San Cayetano— tras su llegada desde Gualeguay hace tres años y medio, destacó el valor del acompañamiento pastoral en momentos de sufrimiento: “Es muy importante para nosotros estar presentes en el dolor. Acompañar desde la fe, pero también desde lo humano, desde el abrazo, desde el plato de comida caliente”.
En esa línea, remarcó que en la parroquia funciona el centro de Cáritas y también la comunidad Jonás, dedicada a brindar contención a personas que luchan contra las adicciones. “Estamos al servicio de quienes quedan al margen del sistema, como decía el Papa Francisco. El legado que nos deja el Papa es el de una Iglesia en salida, una Iglesia de puertas abiertas. No perfecta ni cerrada, sino una Iglesia que comete errores, pero por salir al encuentro del otro”.
El sacerdote se refirió también a la importancia del principio de subsidiariedad, al explicar que muchas veces es la propia comunidad quien asume tareas que el Estado no puede garantizar: “Cuando lo que tiene que hacer el Estado no lo hace, lo hacemos las sociedades intermedias. Y la Iglesia se reconoce como una de ellas”.
Un ejemplo concreto lo representa una iniciativa impulsada por un grupo de matrimonios de la comunidad, que decidió comenzar a cocinar una vez por semana para asistir a las personas en situación de calle. “Comenzaron con 80 porciones y hoy ya superan las 150. Porque hay mucha gente durmiendo en las calles, personas que tienen frío, hambre, que se drogan, que no tienen trabajo. Y nosotros no les preguntamos si tienen fe: ayudamos a todos. Porque ahí está Cristo, en cada uno de ellos”, expresó.

En un país marcado por la desigualdad y la fragmentación social, el párroco insistió en que el mensaje de San Cayetano adquiere un valor urgente: “Hoy nuestras pequeñas guerras son la incomprensión, la grieta, el resentimiento, el desprecio, que se respiran en los medios de comunicación y en la calle. Por eso necesitamos recuperar el espíritu de comunidad, el sentido del encuentro, de la escucha”.
Finalmente, Almeida concluyó con una invitación a volver a lo esencial: “La paz, el pan y el trabajo son tres necesidades básicas que están insatisfechas para muchos en la actualidad. Pero también pueden ser una oportunidad para volver a unirnos desde la solidaridad y la fe, como una respuesta concreta desde el corazón del pueblo”.
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