
La apicultura en Gualeguaychú lidia con los efectos del cambio climático, los altos costos de producción frente a una baja rentabilidad y las dificultades que tienen los pequeños productores para acceder al control de las exportaciones.

Por Sandra Insaurralde
EL ARGENTINO dialogó con una familia que decidió dar un giro a su vida apostando a la apicultura. Así nació un emprendimiento forjado a pulmón. En la actualidad sus colmenares o apiarios se encuentran en diversos campos del departamento de Gualeguaychú.
“Empezamos esta empresa con mi viejo y mi hermano. Surgió la posibilidad de poner colmenas, lo hicimos entre los tres, nos gustó y seguimos con este viaje”, cuenta Marcos, uno de los integrantes de esta pequeña productora.
De la carpintería a la colmena
Todo comenzó con herramientas caseras y mucha dedicación. “Fuimos haciendo todo en la carpintería: cuadros, pisos, techos, alzas y lo que necesitáramos. Siempre algún colega también te daba una mano”, relató.
El motor del cambio fue el padre, que buscaba dejar la carpintería. “A los chicos les interesaba trabajar con las abejas. Empezaron haciendo los materiales, después de a poco compraban algunos ya hechos, los terminaban de armar acá y así fue naciendo todo”, dijo.
Desafíos del rubro
El camino no ha sido fácil. El clima, la logística y el mercado han presentado sus propios obstáculos. “Uno de los desafíos es el clima. El pronóstico muchas veces no acierta y eso te juega en contra”, afirmó Marcos.
De hecho, a nivel nacional, desde la Sociedad Argentina de Apicultores (SADA) realizaron un informe sobre la campaña anterior poniendo el acento en la problemática del clima. “El cambio climático nos viene afectando últimamente en la producción. La variabilidad climática hace que haya años de baja producción en ciertas regiones. Por ejemplo, en Chaco, que en otros años casi no cosechó, hubo una buena temporada. Y en la provincia de Buenos Aires, donde se concentra la mayor cantidad de productores, hubo grandes diferencias entre distintas localidades”, afirmaron desde la sociedad apícola.

Precios y rentabilidad: un difícil equilibrio
Los apicultores gualeguaychuenses no están lejos de lo que sucede a nivel nacional con los productores de miel, en relación al equilibrio entre los precios de venta y la rentabilidad, de hecho, enfrentan una realidad desafiante en cuanto al rédito.
“El precio de comercialización siempre fue bajo en comparación con otros países. A pesar de que tenemos una de las mejores mieles”, manifiesta Marcos. Y continúa: “La venta ahora es buena, al menos hay movimiento, porque hubo años que no se compraba nada. Pero el problema sigue siendo el precio: nos pagan mucho menos que en países vecinos”, una realidad que afrontan todos los productores apícolas del país.
“El problema es que recibís dos dólares y no llegás a comprar un litro y medio de gasoil”, graficaron desde la SADA, evidenciando la distorsión entre los ingresos del productor y los costos de producción. “En las góndolas, la miel llega con precios variados según la marca y la calidad, pero la diferencia entre lo que recibe el apicultor y el valor final al consumidor sigue siendo un tema de discusión”.
Relacionado con la misma problemática, el productor gualeguaychuense mencionó a los costos de producción: “Los costos también presionan en nuestra economía. Los insumos están carísimos. Todo se paga en dólares: alambre, alimentos, remedios, cera. El precio que nos pagan por la miel es extremadamente bajo y, además, con demoras. A veces recién cobramos a los 15 días de entregado el producto”, manifestó la familia productora.

Cómo se vende la miel en Gualeguaychú
“La miel se vende a los acopiadores. Hay en Buenos Aires, en Urdinarrain y acá en Gualeguaychú. Elegimos al que mejor paga o al que paga más rápido. Ellos vienen, cargan los tambores, hacen el análisis y luego pagan. Se extrae una muestra por tambor, en un envase esterilizado, y si está en condiciones, se paga lo correspondiente”, explica Marcos.
Desde la SADA informaron algunos datos del consumo de la miel en nuestro país: “Históricamente, el consumo de miel en Argentina ha sido bajo, con un promedio de apenas 250 gramos por habitante al año. Sin embargo, este panorama está cambiando. Gracias a campañas de concientización y un mayor interés en la alimentación saludable, el consumo per cápita ha aumentado y se estima que actualmente ronda 1 kilo por persona, sigue siendo bajo, pero es alentador que estos números vayan cambiando de a poco”.
El problema de la exportación
Según la Sociedad Argentina de Apicultores, la última campaña apícola (2023-2024) “trajo un hito para la exportación de miel argentina: se alcanzaron 85 mil toneladas vendidas al exterior, superando el promedio histórico de 70-75 mil toneladas”. Sin embargo, el pequeño productor no es partícipe de la rentabilidad que ofrece el mercado internacional.
Otro de los grandes desafíos es colocar el producto en el mercado internacional. Marcos lo define de esta manera: “Todo está tercerizado. En Argentina no hay mucho consumo interno, entonces la miel va para afuera. Pero no podemos exportar directamente. Siempre hay un intermediario que se queda con parte del valor. En cambio, en Uruguay, por ejemplo, se exporta directo desde el productor a Europa o Estados Unidos”.
“Sería ideal -menciona el pequeño productor- que podamos exportar de manera directa, sin intermediarios. Mejoraría mucho nuestra situación”. Por otro lado, “hacen falta líneas de crédito accesibles para poder crecer y tener una espalda económica. Trabajar con animales vivos es muy arriesgado, hay que estar preparados. Los créditos te dan ese respaldo que se necesita en tiempos de crisis y baja cosecha”.
A pesar de todo hay aspectos que los motivan: “Lo bueno es la experiencia, la gente que conocés, los lugares nuevos que visitás y sobre todo descubrir el mundo de las abejas. Es impresionante. La gente muchas veces las teme y quiere matarlas al ver un enjambre, pero son inofensivas y fundamentales para el equilibrio del ecosistema. Son el animalito más importante del planeta”, sintetizó Marcos.

Sociedad Argentina de Apicultores
La SADA es una asociación civil gremial fundada en 1938 por un grupo de apicultores, para representar, capacitar y difundir al sector apícola. Su conducción está a cargo de una Comisión Directiva, integrada por productores de distintos puntos del país, que se renueva periódicamente a través de elecciones democráticas.
En Gualeguaychú hay una organización clave, la Cooperativa Apícola de Gualeguaychú, que forma parte del Consejo Federal de la SADA. Esta cooperativa fue fundada en el año 2000 y reúne a unos 35 productores de la zona, incluyendo también a apicultores de Larroque. Manejan alrededor de 16.000 colmenas y producen aproximadamente 1.000 tambores de miel al año.
Temas:
Apicultura Pequeños productores Miel AbejasComentarios
