Por Natasha Niebieskikwiat
En sus seis meses de gobierno, Donald Trump, sacudió de manera dramática la escena global. Se esperaba que así lo hiciera. Lo prometió en su campaña. Pero una cosa es oírlo, y otra cosa, sentirlo. El final de su viaje para hacer a los Estados Unidos Grande Otra Vez (su Make America Great Again) es incierto. Pero Latinoamérica ya sufre los coletazos de una política comercial restrictiva y una política coercitiva.
Trump gobierna en un mundo donde la democracia se está viendo erosionada, coinciden altos estudios. También los líderes gobiernan con estilos autócratas y de matones sin respeto a las normativas internacionales.
En las raíces del “huracán” Trump subyace la inquietud que tiene los Estados Unidos desde hace unas décadas por el hecho de China haya ascendido velozmente al segundo lugar como potencia global. Lo sufre como un peligroso rival, en todos los aspectos. China se ubicó durante los últimos doce años de manera ininterrumpida entre los tres primeros emisores mundiales de inversión directa en el exterior. De enero a noviembre de 2024, la inversión saliente china ascendió a U$S 128,6 mil millones, y sus negocios están fuertemente ligados con el de los Estados Unidos.
En ese sentido Latinoamérica, está haciendo un equilibrio inmenso entre un polo y otro. Por geografía y cultura pertenece a la órbita de influencia de los Estados Unidos. Pero China, y sobre todo su influyente economía, penetró las venas de toda la geografía.
Entre el FM y el swap
Lo experimenta ahora también Javier Milei, bajo el gobierno que inició en diciembre de 2024. Es el único gobernante incondicional que tiene Trump en el Cono Sur. Y así le dio un fuerte apoyo para un nuevo préstamo del Fondo Monetario -de U$S 20.000 millones-. Pero no muchos más gestos, como una invitación a la Casa Blanca que espera ansiosamente el Libertario. También se demora el acuerdo comercial menos punitivo que para el resto, y que Milei idealizó como un gran Acuerdo de Libre Comercio.
Trump comenzó su gobierno elevando los aranceles a niveles descomunales para China, Canadá y México, Unión Europea. Metió a la Argentina en un benévolo 10% de aumento pero el acero y el aluminio, dos de los pocos sectores nacionales verdaderamente competitivos en ese mercado, fueron golpeados por una suba del 25%, que difícilmente entre en un acuerdo.
Los negociadores de Argentina en Washington han podido comprobar que insiste con pedidos imposibles: que este país se quite el peso de su intercambio de monedas con China (swap). Y piden otros, no imposibles, pero de máxima presión: restricción a los ingresos chinos en la industria militar, en las telecomunicaciones, puertos, Hidrovía, centrales nucleares. Que se les frene el comercio y las inversiones en energía y “minerales críticos” (litio), que llegaron al por mayor sobre todo en las provincias. Y piden una ley de propiedad intelectual que deje de favorecer a los laboratorios farmacéuticos nacionales y se abra a los internacionales.
Aranceles como castigo por desafiar a Washington
El miércoles pasado, el designado embajador de Trump para Buenos Aires, el empresario cubano americano Peter Lamelas, habló ante una comisión del Capitolio que debe aprobar su pliego de que tendrá como misión aquí frenar lo que llamó la “influencia maligna” china y la “corrupción” a la que pueden estar sujetas con esos capitales las provincias argentinas. Cosechó repudios del arco opositor.
Trump se molestó por la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) de Río de Janeiro y se molestó con la cumbre progresista que Gabriel Boric hizo en Chile porque, en buena medida, resisten sus políticas y no cuestionan las de China.
"Cualquier país que se alinee con las políticas antiestadounidenses de los BRICS pagará un arancel adicional del 10%. No habrá excepciones a esta política", lanzó el republicano tras la cumbre de Brasil. Días después, le impuso a Brasil un 50% de aranceles extras y le exigió a Lula que liberen de todo proceso judicial -nunca visto- al ex presidente Jair Bolsonaro, procesado por intento de golpe contra el líder del PT. También estableció sanciones para los jueces que juzgan a Bolsonaro. Los acusó de censurar las redes sociales.
Roberth Keohane y Joseph Nye jr señalaban en artículo titulado El fin del largo siglo americano, en el último número de la Foreign Affairs, que “desafortunadamente”, la “miope perspectiva de la segunda administración Trump, “obsesionada con el poder duro coercitivo vinculado a las asimetrías comerciales y las sanciones, probablemente erosionará, en lugar de fortalecer, el orden internacional liderado por Estados Unidos.” Una apuesta por la debilidad, sostienen. Mientras tanto, China prosigue su larga marcha.