Redacción EL ARGENTINO
La industria del juguete se encuentra frente a un escenario crítico. Así lo advierte un informe reciente de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ), que describe un cóctel de factores estructurales y coyunturales que ponen en riesgo no solo la producción local, sino también la seguridad de los consumidores y la subsistencia del comercio minorista. El diagnóstico es contundente: “La industria tiene seis de cada diez máquinas paradas”, alerta el presidente de la entidad, Matías Furió.
Uno de los pilares del deterioro es de naturaleza estructural, advierten desde la Cámara en tanto aseguran que la Argentina atraviesa una de las mayores caídas demográficas de su historia reciente. Desde 2015, la tasa de fecundidad se desplomó de 2,4 a 1,4 hijos por mujer, una disminución del 42% que reduce drásticamente la población infantil y, por extensión, la demanda potencial de juguetes. Las proyecciones muestran un descenso sostenido en todas las franjas etarias de 0 a 14 años hacia 2040.
A este fenómeno se suma un cambio cultural profundo: el avance de las pantallas y los dispositivos digitales como principal entretenimiento desde edades muy tempranas, desplazando tiempo, atención e interés del juego físico tradicional.
De todos modos, los empresarios aseguran que el problema no es solo demográfico. En el frente comercial, las ventas en jugueterías, cadenas y supermercados continúan estancadas pese a las promociones. El e-commerce crece —representa ya el 25% del mercado—, pero con desafíos logísticos y financieros que las PyMEs no siempre pueden afrontar.
En paralelo, se registra un fenómeno disruptivo: un incremento explosivo de las importaciones. Entre enero y octubre ingresaron 17,5 millones de kilos de juguetes, un salto del 94% interanual. China explica el 94,4% del volumen total, lo que marca la mayor concentración en dos décadas. Más grave aún: se pasó de 199 a 530 importadores en un solo año, muchos de ellos nuevos operadores que abastecen el mercado con productos de menos de USD 3 por kilo.
“Es una avalancha sin precedentes”, enfatizó Furió. A eso se suma el ingreso masivo de stock barato acumulado desde 2023, adquirido con un dólar oficial muy bajo, que hoy se liquida a precios mínimos para recuperar liquidez, generando distorsión, caída de márgenes y condiciones de venta insostenibles. El contrabando completa el cuadro: se estima que explica cerca del 30% del mercado, con casos de comercios que abastecen sus góndolas viajando en forma periódica a zonas fronterizas para traer mercancía sin controles.
La seguridad es otro eje crítico
La CAIJ denunció la presencia creciente de juguetes inseguros en plataformas digitales, muchos de ellos con alertas internacionales de retiro (recall) o directamente sin certificación. En países de la región, como Brasil, se detectaron metales pesados y sustancias prohibidas en productos idénticos a los que circulan en la Argentina. En el mercado local abundan publicaciones que se presentan como “certificadas” sin cumplir la normativa vigente, lo que genera un riesgo directo para las familias.
Los efectos advierten que ya se ven en el territorio: cierre de jugueterías históricas como Rossier en Escobar, Halago’s en Quilmes o Lilián en Trelew, comercios que no logran sostener costos crecientes de energía, alquileres y tarifas en un contexto de venta deprimida y competencia desigual.
En el lado de la producción, desde la Cámara explican que las fábricas toman crédito no para invertir sino para pagar salarios y aguinaldos, mientras trabajan con niveles de capacidad ociosa extremos.
En este contexto, la CAIJ pide medidas urgentes: "fortalecer controles en frontera, exigir trazabilidad completa en plataformas online, fiscalizar importaciones subvaluadas, garantizar competencia equitativa entre la producción nacional y los importadores formales, y priorizar la seguridad infantil en un mercado saturado de productos de dudosa calidad".
El panorama es claro, advierten: sin políticas coordinadas, el sector del juguete enfrenta no solo una crisis coyuntural, sino una amenaza estructural que podría acelerar el cierre de fábricas, la desaparición del comercio minorista y la pérdida de cientos de empleos industriales. Finalmente alegan que, pese a la mala situación, aún hay margen para revertir la tendencia, pero el tiempo se acorta. (Perfil)