Por Sandra Insaurralde
La industria textil argentina atraviesa uno de sus momentos más complejos en la última década. Según datos de la Fundación Pro Tejer, el 70% de la ropa que se comercializa en el país es importada, mientras que el empleo y la producción local sufren caídas sostenidas.
En Entre Ríos, la situación no es ajena a esta crisis. La industria textil entrerriana durante estos últimos años está marcada por el cierre de empresas y pérdida de empleos. En datos cuantitativos se suma a los registros de la provincia en la que Entre Ríos perdió más de 11.300 puestos de trabajo registrados en el sector privado, de acuerdo a un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
En Gualeguaychú, en diálogo con EL ARGENTINO dos voces aportan miradas complementarias sobre esta realidad: la de Rubén, integrante de una cooperativa textil, y la de Beatriz, comerciante con más de tres décadas de experiencia en la venta de ropa importada. Los testimonios revelan la necesidad de políticas públicas que protejan el trabajo genuino.
Producción cooperativa, identidad y resistencia
La cooperativa textil que integra Rubén funciona con una lógica horizontal y solidaria. Son siete asociados que se reparten tareas entre producción y administración: “Nuestra jornada laboral es de lunes a viernes, ocho horas diarias. Cada día se organiza la producción según los pedidos que tenemos en curso, tanto de camas para mascotas como de indumentaria. Las tareas se dividen entre corte, costura, armado, terminaciones y control de calidad. En paralelo, quienes están en administración se ocupan de atender clientes, organizar compras de telas e insumos, gestionar ventas y coordinar la logística de entregas”, describió Rubén.
Esta estructura les permite sostener un orden interno y una distribución clara de responsabilidades, sin perder el espíritu colaborativo. “Las decisiones importantes se toman en asamblea, pero en lo operativo cada área tiene responsabilidades. En producción, algunos compañeros se especializan en costura recta para el armado de camas de mascotas y otros en confección de ropa, y terminaciones. En administración se concentran las tareas de facturación, búsqueda de nuevos clientes y contacto con proveedores. De esta manera logramos un funcionamiento ordenado y con responsabilidades claras, aunque siempre con apoyo mutuo entre todos los sectores”, manifestó Vera a EL ARGENTINO.
El dólar y consecuencias de las importaciones
La problemática comienza con la adquisición de telas y los insumos condicionados por las fluctuaciones del dólar. “Los precios de las telas se han mantenido relativamente estables, con variaciones estacionales que se pueden prever. Sin embargo, las últimas fluctuaciones del dólar han comenzado a impactar en algunos insumos, generando preocupación en la cooperativa, ya que resulta difícil trasladar estos aumentos al precio final de nuestros productos sin afectar la demanda.”
A su vez, la apertura a las importaciones golpeó fuertemente a los talleres locales. Rubén señaló que la búsqueda de precios bajos por parte del mercado dificulta poner en valor el trabajo cooperativo. “En nuestro caso, esta situación de crisis generó una gran dificultad para ponerle un valor justo a nuestro trabajo, ya que el mercado se orienta cada vez más a buscar precio y no calidad. Competir con prendas importadas a muy bajo costo resulta prácticamente imposible para una cooperativa que produce con mano de obra local, en condiciones dignas y con insumos de calidad.”
El cooperativista mencionó a EL ARGENTINO una nueva estrategia para poder mantenerse: “Frente a este escenario adverso, nos vimos obligados a replantear nuestra estrategia. Nos volcamos hacia la producción de ropa personalizada y productos diferenciados que no resultan atractivos para la importación. Esto nos permitió mantenernos activos, aunque al costo de atravesar un proceso de aprendizaje constante, con todas las dificultades que implica incorporar nuevas técnicas y adaptarse a demandas específicas.”
Uno de los grandes aciertos fue la idea de superar las adversidades colectivamente, en este sentido Ruben afirmó: “Además, entendimos que el camino era fortalecernos en comunidad: nos vinculamos con talleres de estampado de la ciudad y generamos alianzas comerciales que agregan valor a nuestras prendas. De esta forma logramos ofrecer diseños únicos y consolidar una identidad local frente al avance de lo importado, aunque la competencia desleal siga siendo una amenaza permanente para la sostenibilidad de nuestro trabajo.”
Además, la posibilidad de ser proveedores del Estado les permitió sostener la producción y los puestos de trabajo. “Un punto clave para sostenernos fue la posibilidad de ser proveedores provinciales y municipales. Gracias a esa inserción en programas públicos pudimos llevar adelante varios proyectos que nos ayudaron a mantener la producción en marcha y, sobre todo, a sostener los puestos de trabajo en la cooperativa” reflexionó Vera.
Sin embargo, advirtió que sin políticas públicas que protejan la industria nacional, el esfuerzo cooperativo corre riesgo de volverse insostenible. “Creemos que resulta fundamental contar con políticas públicas que protejan la industria nacional y el trabajo textil cooperativo. El fortalecimiento de los talleres locales no solo significa mejores condiciones laborales, sino también la posibilidad de sostener empleos genuinos y de calidad en nuestras comunidades.”
Beatriz: comercio barrial, experiencia y preferencia por lo importado
Beatriz tiene un comercio de venta de ropa en Gualeguaychú. Su negocio se abastece principalmente de prendas importadas, que ella misma selecciona en Paraguay, Brasil y Bolivia. “Hace 30 años que tengo negocio y siempre ha habido altibajos en las ventas. Ahora está bastante quieto, pero siempre algo se vende, gracias a Dios”, comentó a EL ARGENTINO.
Según su experiencia, el 80% de sus clientes prefieren lo importado, por considerarlo más económico. “Busco vender siempre más barato, para que mi clientas tengan acceso a prendas accesibles, pero también de buena calidad.” Beatriz afirmó que “lamentablemente, la ropa importada es mucho más linda y de mejor calidad que la nacional”.
En los últimos años, Beatriz ha notado que ya no necesita viajar tanto para conseguir mercadería: la oferta importada llega directamente a Buenos Aires. Aunque los precios son algo más altos, la comodidad y variedad compensan. Reconoce que las ventas han bajado, pero también que el rubro permite guardar stock sin grandes pérdidas.
“El rubro de nosotros tiene la ventaja de que si no se vende, la guarda. De un año para el otro. La mercadería no se echa a perder. Esa es la gran ventaja que por ahí no tiene otro rubro. Lo que sí es real porque lo vivimos y nos damos cuenta, es que han bajado las ventas en todos los rubros y el nuestro no es la excepción. Hay que aguantar”, concluyó Beatriz.
En Gualeguaychú, como en muchas ciudades del país, el sector textil se encuentra en una encrucijada. La presión de las importaciones, la caída del poder adquisitivo y la falta de políticas industriales ponen en riesgo el trabajo local. Frente a esto, experiencias como la de Rubén demuestran que es posible construir alternativas con base territorial, aunque requieren acompañamiento estatal y compromiso social. El testimonio de Beatriz, por su parte, interpela sobre los hábitos de consumo y la valoración de lo nacional.
¿Qué modelo de desarrollo textil queremos? ¿Uno que fortalezca el empleo y la producción local, o uno que dependa de la lógica importadora y del consumo globalizado? La respuesta a la pregunta no es simple, pero el debate está abierto. Y en ese debate, las voces locales tienen mucho que decir.