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El crimen de Lizasuain: la muerte que la Policía trató de inculparle a Montoneros

Juan Domingo Lizasuain tenía 28 años en enero de 1978 cuando dos agentes de policías lo estrangularon y le introdujeron un palo hasta la garganta en calle Roffo al norte. Fueron condenados a prisión perpetua en 1980, pero sólo estuvieron 12 años presos.

Sábado, 27 de Septiembre de 2025, 22:00

Por Carlos Riera

La vida de Juan Lizasuain, o Juan Moreira, como muchos lo conocieron hasta hace una década atrás, es una historia atravesada por el dolor, debido a la ausencia de un padre que fue muerto en plena dictadura militar y por el cual siente que se hizo justicia a medias.

 

Juan Domingo Lizasuain era un joven que tenía sus actividades laborales relacionadas al mundo del turf. En 1978 su trabajo diario era cuidar varios caballos, pero además vendía rifas y hacía cualquier otra cosa que le permitiera un rebusque. Es que para esa época ya tenía dos hijos de los cuales hacerse cargo, uno de ellos era Juan, de 6 años.

 

"Mi padre ya no vivía con nosotros, se había separado de mi madre, y nos visitaba tres veces a la semana", contó Juan Lizasuain, un hombre de 53 años que en 2016 se retiró del Ejército Argentino. Según la información que pudo reunir a lo largo de todos estos años, por parte de sus familiares y de lo que existe en la causa judicial, su padre Juan Domingo era un idealista que trataba de ayudar a muchas personas, con la mala suerte que tocó los intereses de policías corruptos.

 

"Se relacionó con algunas mujeres del barrio Munilla que ejercían la prostitución porque quería sacarlas de esa vida, les decía que no trabajaran más, su hermana lo ayudaba también con mercadería, remedios, pañales. Y con eso las fue sacando del entorno, pero lo que no sabía es que atrás de ellas había un proxeneta, que era el Jefe de Investigaciones de la Policía de Gualeguaychú", contó.

 

Su padre estaba obstruyendo un negocio muy redituable y los policías involucrados comenzaron a perseguirlo. Primero lo molestaban en la calle, lo levantaban y lo tenían dos horas demorado en la Jefatura, pero la situación cambió cuando Juan Domingo fue testigo de un crimen en la zona de la vieja estación de trenes, por donde hoy desfila el Carnaval del País, "donde estos dos agentes estaban quemando a un hombre en su rancho".

 

Era un 'changarín' que trabajaba en el viejo molino y nada se supo de lo ocurrido. Se informó que había muerto a causa de un incendio. "Nada podía hacer. Si la misma Justicia hacía eso, a quién iba a recurrir", contó el entrevistado, excusando a su padre que se veía impedido de lograr justicia. Así era la situación que se vivía en esa época, cuando las fuerzas de seguridad aterrorizaban, secuestraban y desaparecían personas.

 

Los condenados fueron sentenciados en 1980 y permanecieron entre 11 y 12 años presos en la extinta UP2

A Lizasuain siguieron acosándolo, demorándolo en la Jefatura, hasta que un día amenazó a los agentes con denunciar lo que había visto si lo seguían molestando. Pero ese fue el certificado de defunción de Juan Domingo. "Los agentes le dijeron a su Jefe que tenían miedo (de que Lizasuain hablara), y como mi viejo usaba el pelo largo hasta el hombro y barba candado, lo caratulaban como Montonero. Él tenía su ideología. Se carteaba con amigos que estaban presos y si bien él no militaba, tenía su corazón. A parte se llamaba Juan Domingo", aclaró el hijo sobre el nombre peronista de su padre.

 

El relato del horror

 

Los dos policías lo ubicaron en la calle y con una mentira burda lo hicieron caminar hasta la casilla de un amigo que supuestamente estaba enfermo y pedía por él. Esta persona vivía en calle Roffo al norte, casi a la altura del Cementerio, cuando toda esa zona eran chacras.

 

"Tenían que pasar dos alambrados para llegar hasta el ranchito donde vivía el amigo de mi papá y cuando está por cruzar el primero, uno lo pateó en el estómago, mientras que el otro agente que le trabó los brazos. Lo golpearon en la cara provocándole una fractura de maxilar inferior. Después lo estrangularon con un alambre de púas, y para rematarlo le metieron un palo en la garganta", así es como asesinaron a Juan Domingo Lizasuain según lo relata su hijo.

 

En la causa se describe la misma muerte bajo otros hechos. Cuando cruzaba el alambrado, Sánchez le pegó una trompada en la mandíbula y cuando Lizasuain cayó al piso, junto a Tubías le dieron un golpe a cada lado de la cabeza con el taco del zapato, lo que seguramente le produjo la muerte, porque el informe médico considera que el fallecimiento se produjo por probable fractura en la base del cráneo.

 

Pero los dos agentes siguieron golpeándolo. Luego le sacaron el cinto a la víctima y con eso lo ahorcaron, tirando uno de cada lado durante unos minutos, hasta que se dieron cuenta que ya estaba muerto. Sánchez lo arrastró un poco hasta la sombra de los árboles y, mientras Tubías envolvió el cinto, Sánchez buscó un palo y se lo introdujo en la boca haciendo presión contra la garganta. Luego se fueron caminando y arrojaron el palo y el cinto en la calle Clavarino.

 

Son dos relatos para una misma muerte horrible. Una mujer muda habría visto lo ocurrido, o por lo menos fue la que halló el cuerpo y lo denunció en la Policía. Lo extraño del caso fue que tuvo que ir dos veces para que entendieran lo que trataba de denunciar. "Parece que esta señora después de lo que vio duró unos pocos años más, porque tuvo una muerte dudosa, como que a alguien le molestaba", indicó el hijo de la víctima.

 

Las condenas

 

Tras el crimen, los responsables fueron apartados por el Jefe de Investigaciones y enviados al control caminero sobre la Ruta 14 y el acceso oeste, que era la única entrada a Gualeguaychú por aquellos años. "A través del diario El Argentino se comenzó a informar que había sido un ajuste de cuentas entre Montoneros, como queriendo tapar el caso", explicó.

 

"Mi tía vino a reconocer el cuerpo, pero ya estaba cerrado el cajón y pudo identificarlo a través de una orden judicial para que abrieran el féretro. Ella habló con mi tío que estaba destinado como Sargento primero del Ejército y le contó lo que había pasado con su hermano, que la Policía lo quería hacer pasar como que lo habían matado los Montoneros. Mi tío habló con el secretario del Ministro del Interior de la Nación de ese momento y este llamó al Jefe de la Policía de Entre Ríos y le informó que lo que estaba sucediendo en Gualeguaychú, que lo ocurrido no era así como se decía y le sugirió que hiciera una investigación para que se determine cuál fue la causa de la muerte de Juan Domingo Lizasuain".

 

Siguiendo con el relato que brindó el hijo de la víctima, a Gualeguaychú llegó un Comisario Inspector de Gualeguay a fin de investigar lo ocurrido. Se hizo pasar como familiar y nunca se presentó como funcionario. Empezó a ahondar, iba a todos los lugares donde frecuentaba Juan Domingo. Incluso fue a hablar con las mujeres en el barrio Munilla. Buscaba en el entorno todo lo que podía rescatar. Se disfrazó de vendedor de leña, de cartonero.

 

Un día se hizo llevar por los dos policías al lugar del hecho y uno de ellos se quebró. En el juicio, que se desarrolló entre septiembre y octubre de 1980, fueron tres los acusados. Además de Tubías y Sánchez, la fiscal de Concepción del Uruguay, Solange Mettler, acusó al oficial de la Policía, Alejandro Antonio Mario Horacio Gómez, de 27 años, de ser el instigador de este hecho.

 

En la etapa instructoria, Tubías y Sánchez habían declarado que tras el incidente que habían tenido con Lizasuain, donde este los había amenazado, Gómez dio luz verde y le dijo a Tubías: "liquídenlo, porque yo tengo familia, quiero a mi mujer y a mi hijo y no me gustaría que un degenerado como este le vaya a hacer algo".

 

Luego, en el debate, Tubías y Sánchez señalaron que el Oficial Gómez nada tenía que ver, que lo habían involucrado falsamente a fin de embarrar la investigación al complicar en el caso a un superior. Gómez fue absuelto de su participación como instigador de homicidio simple, pero Tubías y Sánchez recibieron la pena máxima de aquellos años: fueron condenados a prisión perpetua.

 

Se trataba de una condena que llegaba hasta los 25 años, y a pesar de ser un número polémico en la actualidad para una pena máxima, solo permanecieron encerrados la mitad de esos años. Luis Elpidio Sánchez y José María Tubías fueron alojados en la Unidad Penal N°2 de Gualeguaychú y durante su estadía en la cárcel fueron beneficiados con una conmutación de pena y la libertad condicional. Sánchez dejó la prisión en enero de 1991 y Tubías en febrero del año siguiente.

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